viernes, 22 de noviembre de 2013

Bitácora de Buenos Aires, día diez

Salí con mis jefes ayer, estuvo muy lindo. Encontrar amigos generosos es lo mejor que me ha podido pasar en Buenos Aires. Fuimos a la clase de Carlos Peres en el sunderland, no es una clase propiamente, es una practica, las personas van y caminan solamente durante una hora. Carlos se acerca a los hombres y los corrige dándoles una única tarea. Ves alrededor de 20 hombres de un lado y 20 mujeres del otro, todos buenos bailarines. que toman con este señor mayor y su esposa las clases. Camina y camina uno tras el otro. recuerdo cuando entrenaba natación de niño, llegaba del colegio e iba al entrenamiento. en los camerinos me ponía mi diminuto gorro y la tanguita de nadador, tenia nueve o diez años. Iba con mis dos hermanos, ellos buenos nadadores y parte de la selección del club, los admiraba mucho pues se relacionaban muy bien y los niños anhelan la espontaneidad y la seguridad social de la adolescencia. El olor a cloro de la piscina me recibía junto al piso áspero. Nos metíamos al agua y cada uno en su carril, porfiadamente pasaba brazada tras brazada. Bajo el agua estaba el sonido de la soledad y la cabeza volaba en pensamientos puros y divertidos, eso es lo que más me gusta de la natación. 10 o 15 vueltas después se te acercaba la entrenadora y te daba una tarea, "estira más en la brazada", "respira sin sacar toda la cara" o la más común para mí: "no juegues muchachito!". Luego de la hora de mejorar el estilo, nos tocaba hacer los piques, salíamos en lapsos de diez segundos y dábamos todo hasta la meta en la otra orilla, era adrenalínico y divertido. Tiempos de niñez, hermanos y deporte. Mi padre nos recogía del club empapados y agotados, siempre estaba con una sonrisa y conversando en la cafetería con alguien. Lo quería mucho al verlo, lo quiero ahora. En la clase de Carlos Peres cada uno va en su carril y espera al llegar al final del recorrido un momento para dar la vuelta, luego se te acerca te saca de la fila y te da un consejo, uno solo. A mi me dijo ayer: "Tenés que redondear los hombros y meter la panza" nada más. Terrible tarea la de meter la panza, imposible. Igual hice mi mayor intento. Luego de la hora empieza el baile libre. La música intensifica su volumen y las parejas se van juntando. uno va bailando y Carlos y rosa, su mujer, van corrigiendo a las parejas. los hacen a un lado y les demuestran la forma correcta en que hacer las cosas. muchos llegan directamente a la hora de la practica y el baile. A las clases van todo tipo de gente y están quienes son del barrio, o los extranjeros o hasta los profesionales, a una sola cosa, aprender a caminar con Carlos Peres. Baile con una chica morena de cabellos negros, bajota y de expresión divertida. Luego con una Coreana que se había bautizado ella misma Estrella. Tenía tres años viviendo en Buenos aires, con el único Afán de bailar tango, no es un caso aislado, en Buenos Aires encuentras mucha gente en esa situación, son privilegiados y tienen la seguridad de estar viviendo su sueño. el de abrazar por tres minutos a otra alma atormentada. Bailé lego con una jovencita que irradiaba energía, tenía 17 años y su nombre Sol. Le dije que acababa de bailar con estrella y que a la clase de Carlos Peres van sólo astros, que van imitando el siclo galáctico como el de una luna y su planeta, girando en círculos entre sí. Me sonrió y me acordé de la sonrisa adolescente de mi hermana cuando conversaba fuera de la piscina con el chico guapo que le gustaba. Sol me contó que quería dedicarse al tango: "...yo acabo el secundario y me voy a Francia, quiero enseñar tango, quiero ser una estrella...", "... siempre me he imaginado viviendo fuera del país, me encanta Buenos aires, pero quiero vivir en París..." la escuchaba muy emocionada y recordaba mis inocentes sueños de la adolescencia, si se hubieran cumplido tal vez hoy no bailaría tango, ni estuviera en Buenos aires, ni tampoco escribiendo cada día, derrepente en la vida hay que soñar sólo con la felicidad y dejar que el viento te lleve a ella sin ningún plan. La marea de cuerpos terminó y salimos con Carmen y Simon a tomar el micro que nos llevaría a casa para refrescarnos y volver luego a juntarnos en Fruto Dulce, milonga de los miércoles en Villa Mallcom. Al regreso en casa me comuniqué con gente de Lima quienes me hicieron saber que había una gran posibilidad de reabrir La Maleva en un sitio muy lindo, todavía no es seguro, pero mi agradecimiento con ellos es muy grande pues me ayudan en las gestiones para realizarla lo antes posible a mi regreso y así compartir con todos de manera muy fresca mis experiencias. Esperando el Micro con mis jefes sucedió una anécdota muy graciosa, Simon y Carmen discutían por la papas fritas, era gracioso pues la discusión se daba en inglés y español a la vez, en español para que yo entendiera y en inglés cuando la discusión subía de tono, fue más o menos así: Simon: "Esta noche pediré papas fritas, son para mí, no quiero verte sacando papitas de plato", Carmen: "Es que a mi me gusta compartir y además hoy comí un montón de vegetales, no tengo Hambre", Simon: "Sí, no tienens hambre, pero siempre me sacas papitas, si quieres una o dos papas, pide tu plato, sólo para ti" Carmen sonreía con los ojos verdes, se divertía y a mi me encantó la discusión pues es lindo no hablar solamente de tango y tener estos momentos. Bueno a Simon en la milonga le picaron papas fritas, no fue Carmen, sino una argentina que se sentó a su lado, es que es imposible tener un plato de papas fritas y no compartirlo. La pasé bien en la milonga, como siempre bailé bastante, estaba agotado y nos encamonamos luego a la Viruta, estaba en ella Horacio Godoy musicalizándola, había vuelto de una gira, me acerqué a él y lo saludé y le conté que lo vi en Lima cuando fue con Morgado, conversamos un poco de música y luego bailé con unos tangos de Carlos Marcucci, los mismos que pongo en la Maleva. Me encantó. En la milonga Carmen emocionada me contó una historia personal, llena de tristeza y melancolía y pude disfrutar de su belleza acongojada, fue una linda experiencia, como ver el crepúsculo reflejado en el mar. Salir de la viruta fue una tarea difícil, pues si bien acabaron los tangos me bailé una cumbia peruana, luego me sacaron en un rock n roll y por último pachangueé una salsa. Cansado recorrí la ciudad con unos amigas norteamericanas y un amigo Sueco, Carmen y Simon me habían abandonado. Fuimos a un garage, tocamos la puerta y compramos medias lunas para todos, el garaje es un secreto, es el mismo que le vende medias lunas a la viruta, caminamos hacia un grifo y acompañados de bebidas frías las comimos. Tomé un taxi a casa y con los músculos agarrotados dormí apaciblemente, como a los nueve años al volver de la piscina.

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