martes, 12 de noviembre de 2013

Bitácora de Buenos Aires día cuatro, segunda parte

Continúa de ayer, segunda parte. Luego de Salir del Salón Canning, Asunción y yo caminamos un rato en la noche de Buenos aires, conversé como un loro y hasta canté un poco de Nido Gaucho. Nos despedimos y tomé un taxi a casa pues no sabía muy bien donde estaba y tampoco me provocaba caminar. Uno no debe caminar mucho en Buenos Aires, después te cobra el cansancio en la pista de baile. Ahora les pido que regresemos a la mañana. Me levanté con malos presentimientos, por un lado estaba muy cansado, por otro la razón me decía que tener tres días maravillosos en Buenos Aires apenas al llegar no tenía mucho sentido, quiero decir lo que me está pasando no creo que le pase a los turistas normales. Encontré amigos generosos desde el primer día, siempre he bailado cuando he querido, estoy entre los mejores y empiezo a ser aceptado. Voy a las milongas copadas y caletas de la ciudad. Entro a las milongas y a los maestros los saludo con familiaridad, en tres días! No es posible. Encontrar las llaves de la ciudad con dos personas increíbles como Carmen y Simon, con quienes estoy súper agradecido, no es algo que se diga normal y que se te abran todas las puertas del mundo difícil y escalonado del tango tan pronto pinta de poco natural. Los temores de haber pasado lo mejor y tener tantos días por delante que no igualen la excitación de estos tres días cundieron en mí. Por ello tal vez tomé una terrible decisión que casi lamentaría más tarde, hacer un poco de turismo. Tenía que comprar unas cosas para la casa, cambiar los dólares a pesos y quería ver aunque sea un rato Puerto Maderos. Me cambié, cogí la mochila y salí a la calle. Tomé el Subte B hacia Florida y empecé a caminar por esa peatonal efervescente y bullente. La gente se dirigía rauda hacia sus destinos, caminaban rápidamente enfrentandote a cada paso y uno tenía que hacerse a un lado Las tiendas ofreciendo las ventas del día, luces colores, cosas, era demasiado. Me sentí como si hubiese llegado a otra ciudad, no el Buenos Aires en donde estoy normalmente, uno de tango, de baile y códigos, sino en una ciudad cosmopolita, moderna, ordenada, donde la gente está haciendo cosas en todo momento en un completo frenesí. Por la calle un joven de unos 25 años anunciaba: "dólares, dólares" me le acerqué para tranzar, me dijo: "Cambio 9.6" y le dije: "Quiero, esta muy bien". Él: "cuanto va a cambiar", yo: "Serán unos cincuenta" él, con aretito de diamantes en la oreja: "Seguíme". Tras sus pasos entramos a una galería, su caminar era muy decidido y rápido, llegamos a un ascensor y yo ya estaba que me moría de miedo, pensaba que estaba tomando un tremendo riesgo, las puertas del ascensor se abrieron frente a mí. "Subí" me dijo y yo obediente como si estuviera encañonado con un arma por la espalda. El ascensor empezó su camino vertical y el ruido rumoroso de los cables accionados por poleas elevó la tensión. Los números de los pisos se sucedían unos tras otros en un pantalla digital. Pausa y analicemos la situación, yo un turista, en una ciudad desconocida, por que yo vine al Buenos Aires del tango, este nuevo buenos Aires no lo conozco, un tipo desconocido a mi lado, con arete de diamantes, pelado como un Gulligan de mi estatura pero grueso, un ascensor de unos metro y medio cuadrado de tamaño. Me matan. Estrategia de salida cuando por fin se realice el asalto? Decir: "Te felicito, eres un excelente ladrón, te admiro mucho, toma todo mi dinero, tengo una cámara digital el la mochila espera, que te la doy, le vas a sacar un buen precio, es profesional. Disculpa que no traje el manual se me quedó en casa. Vos estás muy bien sos un genio y yo un boludo. Pero me encantó tu forma rápida. 380 dólares es lo que tengo y como 80 pesos llevátelos, pero déjame la tarjeta del Subte para regresar a casa. Espera mi pasaporte también lo necesito. Ningún problema no?" darle la mano y bajar por el ascensor muy tranquilo. Esa era mi estrategia armada en unos cuatro segundos interminables. Piso seis se abren las puertas, frente a nosotros dos gorilas, metro ochenta, gordos de unos cuarenta años. "Joder tío me van a dar el tratamiento completo, ¡puta madre!" Pensé. Los gorilas estaban hablando de dinero, tapaban toda la puerta del ascensor decían: "...si, la guatemalteca del otro día estaba bien fuerte", el otro: " tenés que ir a Palermo, han llegado unas colombianas de primera, le pagas y te hacen todo las muy boludas, como son nuevas te atendés y ellas se cagan de miedo...". El primer Gorila nos dirigió por fin la mirada, áspera como de lija, sin interés, miró al otro como para tomar una decisión. yo con el corazón a mil me dije a mi mismo: "Empezó la fiesta". El segundo Gorila nos dijo sin siquiera mirarnos: " tomaremos el otro". Las puertas se volvieron a cerrar. Piso siete y el Gulligan me dijo: "pasá" dió dos toques de código en la puerta y un sonido de chapa electrica sonó. Pasé y el departamento era una casa de cambio. Un Señor con lentes de banquero de película de de banco de Westerm americano me preguntó: "Cuánto querés cambiar?", "trecientos dólares" le dije. Bien son Dos mil Ochocientos ochenta, pesos. Tenés 20 para redondear la cifra?". Asentí le di el dinero me dio los billetes y los revisé uno por uno. "Disculpe", le dije "como soy de Perú es nuestra costumbre" y el banquero de coboyada lanzó un mujido. Salí de la galería solo y a salvo, qué imbécil fui, tengo que ser mucho mejor en esto, no me pueden coger con la guardia tan baja. No pasó nada fue un susto nada más, pero mi conducta fue muy irresponsable, sobretodo al no conocer nada del cambio de dólares aquí. En Argentina los dólares están prohibidos y el mercado negro funciona muy bien, los peruanos además son quienes lo manejan, pues tenemos una gran experiencia que viene desde los ochenta. Entendí todo lo sucedido mientras caminaba por Florida y tomaba las fotografía, y visitaba las galerías. Tantas son las cosas que hasta ganas te dan de comprar pero los precios son muy elevados. Casi caigo en la tentación hasta que entre a una tienda y pregunté por una casaca de cuero, al tocarla el tipo bien trajeado que atendía sentado en una pequeña barra de la tienda elegante de la galería Pacífico me dijo: "no tengo" al verme tocar la casaca de cuero". Yo estaba al frente de la casaca tocándola y me dijo no tengo? se jodieron todos no compro nada. En el centro comercial Pacífico hay una galería de arte, eso me gustó, mucho nivelar el consumismo asfixiante con arte esta muy bueno y los peruanos deberíamos de aprender, no es posible que lugares públicos donde transitan un montón de gente sólo estén dedicados a promover el negocio y no presenten otro valor que el tener dinero y gastarlo. Tenemos que desear ser más como sociedad, ser más que una tarjeta plastificada, más que un número verde sobre un billete americano. Luego fui a Puerto Maderos, es precioso, el río, las construcciones súper modernas, el ambiente. No voy a describirlo hoy porque estoy ansioso de regresar al Buenos Aires al que vine. El Buenos Aires del tango. Regresé a casa feliz pero exhausto. El torbellino de emociones que viví en la tarde fue demasiado y caminé mucho tomando fotos y paseando en puerto maderos, ya les contaré las impresiones de la ciudad en otro momento. Sin fuerzas para moverme me costó mucho salir de casa. Habíamos quedado con Simon en encontrarnos en la practica de Carlos Pérez. Yo estaba muy cansado, fastidiado porque vine a Buenos Aires a tomar clases específicamente con él. No voy a tomar muchas clases eso lo decidí antes de viajar. Pero Carlos Pérez si me interesa mucho. Muerto en el subte fui hasta el ultimo paradero, las piernas no me daban, la cintura y la espalda achacaban la tremenda carga de mi cuerpo rebeldemente entumecido. Eso me pudo de mal humor y confirmó mis temores de la mañana sobre mi día número cuatro en Buenos Aires. Al llegar al club Sunderland estaba pesimista entre al restaurante de la entrada y vi que donde hacen la milonga estaban jugando unos niños fulbito con la camiseta de Messi. Le dije a la barista que atendía: "Creo que me he equivocado, hoy no está el señor Carlos Pérez". Ella me sonrió y me indicó que la práctica se realizaba en el segundo piso. Subí las escaleras y lo vi por primera vez. Muchos años atrás cuando yo tenía pocos años, un niño, Lima, mi ciudad natal, se alborotó por la llegada de un visitante. La ilusión que genero esa visita entre la gente fue tremenda, todo el mundo era bueno, los borrachos taparon sus botellas, las madres dejaron de gritarles a sus hijos, los esposos comenzaron a llegar temprano a casa. Yo entendía poco de lo que pasaba, pero la emoción de la gente era extraordinaria. Nunca vi algo así en mi vida otra vez. Un día sobre los hombros de mi padre y junto a una muchedumbre alborotada y amante vi pasar un extraño automóvil con una vitrina como techo, dentro un hombre vestido de blanco con cara de bueno. La gente agitaba banderas amarillas y blancas y vivía literalmente una experiencia religiosa. El personaje motorizado escoltado por un sin número de patrullas y en procesión recorría el camino desde el aeropuerto hacia el centro de la ciudad. Su nombre, karol wojtyla. Su mano bendecía y hacía el signo de la cruz a todos los fieles, las mujeres se desmayaban y los hombres las sostenían, era una sensación contagiante y entonces llegó a mi. Su mirada la sentí intensamente y lentamente sobre la multitud, sentado sobre los hombros del señor guapo que me dio la vida, recibí su bendición. Perdonen este paréntesis se me han salido unas lágrimas al describir esta escena. Estoy llorando un poco. No sé si sea capas de terminar de escribir más, no me lo esperaba, no estaba en mis planes sacar delante de todos recuerdos tan íntimos con mi padre. Es la distancia tal vez y lo mucho que lo extraño y lo quiero. Tal vez en estas letras sea la primera vez que se lo digo sin ningún temor. Que viaje de mierda este. Cerremos de una vez. Escaleras arriba estaba Carlos Perez me acerqué le di la mano y sentí la misma sensación que cuando vi al papa en esos, mis primeros años. "vengo de Perú, usted no me conoce a mi, pero yo si lo conozco a usted" ledije. "Ah Perú..." me dijo Carlos Perez, continuó: "...andá cogé una silla y cambiáte los zapatos, faltan cinco minutos para terminar la caminata". Ciegamente obedecí , fue tal vez la energía que sentí al sentir su tacto al estrechar su mano. Me cambié en un segundo y busqué mi lugar en la fila de aprendices que caminaban y caminaban uno detrás del otro. empecé a caminar y di una vuelta. "Vení" me dijo y me comenzó tocar, "Así lo hago porque es la mejor manera de trasmitir lo que te quiero decir" Y se puso a mi lado cogiéndome del brazo. "Doblas las rodillas al caminar, no tenpés que hacerlo, caé desde el tobillo, estirá la pierna y caé, ves, hagámoslo juntos y verás" Y nos pusimos a caminar juntos y sentí exactamente lo que quería decirme. "Ahora caminá, ponete en la fila y caminá" y lo hice. Fueron no más de tres minutos los que compartió conmigo y fue suficiente para cambiar completamente mi forma de bailar. Un giro de ciento ochenta grados, fue tremendo, nunca jamás había sentido tan rápido y efectivo un cambio en mi baile. Hablé del papa, pues Carlos Pérez tiene algo de él, su cara de bueno, su manera de hablar, la energía que transmite al tocarte, es como me hubiese sentido bendecido y viví, con el cambio en mi baile una milagro. la practica continuó. Las parejas se comenzaron a juntar y yo busqué una chica para bailar. Vi unos ojos verdes enormes que eran contenidos por una cara dulce de una chica de unos veinte años. Le pregunté desde mi silla si quería bailar y ella me sonrió. Nos juntamos en el abrazo ella llevaba año y medio con Carlos Perez y fue la mejor compañera para poner en practica lo recién aprendido. Me trasmitio lo que esperaba de mi y yo cumpli con ella, bailamos, sólo camine, y caminé y caminé. Ella paciente, tranquila y me dejo simplemente caminar sin ninguna angustia. Se llama Melanie, y fue era como un angel mandado desde el cielo y cómo no va a serlo, si estoy donde Carlos Perez. Bailando unas vueltas más Carlos Perez me volvió a llamar. "muy bie, muy bie," me dijo, y yo emocionado que me lo dijera. "ahora tenés que cambiar tu abrazo. Mirá la coges así, ves no la abraces totalmente como lo hacés, poné la mano aca atrás loves?", asentí. " si ponés la mano así podés marcarle todo. Marcála con la palma, sin apretar, que ella se sienta libre, me entendés?" lo entendí perfectamente. "Ahora andá bailá". comencé a probar el nuevo abrazo y la nueva postura que me enseñó y no saben lo increíble que me sentí, mis piernas fueron liberadas de esfuerzo, la economía de energía al bailar mejoró muchísimo. mi control superó todas las expectativas, fue fascinante.Sentí que bailaba como un Titán. Melanie bailo conmigo super bien entendio perfectamente mi marca y nos agradecimos mutuamente la experiencia. Hace mucho tiempo que tengo la sensación de que púedo hacer mucho más que lo que hago cuando bailo. Es como tener una habitación abarrotada de de gente y la puerta cerrada. Pues Carlos Perez abrió la puerta. Asunción llego a la práctica mientras bailaba con Melanie, Simon y Carmen estuvieron en la clase antes que yo llegara. Melanie me dijo " bueno un gusto bailar contigo, gracias" le contesté: "Gracias ti, no me puedo imaginar mejor persona para haber tomado la clase". Ella: "Llegó un amigo, ahora voy a bailar con él, todo bien?" Yo: "Todo bien". Carlos Perez en su condición de papa me había exorcizado todos los demonios en 6 minutos, llenó una jauría de cerdos salvajes y los dirigió al abuismo, ahora tenpia un baile limpio y libre al fin. Con asunción bailamos los tangos y probé la marca y la libertad de mis movimientos. Y después se tocaron milongas. Fatalidad, comencé a jugar a dicertirme y todo me salía y ya estaba totalmente desquiciado en la práctica de Perez descontrolado. juegos subiditas, bajaditas, traspiés saltitos un loco a mil y asunción siguiendo todo sin para. Las mujeres sentadas en la sillas muriendose de risa al verme bailar gozando contagiándose de la diversión de que yo sentía. Carlos Perez en una esquina. Se me cruzó por la mente que me iba a parar a corregir a decirme que cómo se me ocurre hacer eso en su practica. Nada, Él es el papa, es bueno, y me dejó ser yo mismo. Al despedirme de él me dijo: "Entendé una cosa, el tango en sencillo. No es fácil, pero es sencillo", creyéndole todo lo que dijo y sabiendo que su palabra es santa le creí.

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